Los Mandamientos y el Amor,
que es el Mandamiento Principal
que es el Mandamiento Principal
Miremos nuestra vida.
José, el papá de Juanito, compañero de curso de mi hijo Diego, se las rebusca de mil maneras para agregar un poquitito más a su ingresos familiares, y realiza para sus amigos y conocidos una que otra changuita, Diría que le va más o menos bien, porque se da maña, con el ingenio característico del chileno, para resolver problemas sin necesidad de estudiarlos previamente. “Echando a perder se aprende”, es su dicho favorito. El otro día aceptó construirle una bodeguita a una vecina; nada complicado, un simple galponcito para guardar un poco de leña y diversos enseres de uso no muy frecuente que estaban quitando espacio en la vivienda. Nunca había construido una bodega, pero rápidamente se la imaginó y decidió que no era difícil y, encantado, aceptó el encargo. Trabajó rápido y, en apenas un día de faenar sin descanso, presentó su trabajo y se volvió a su casa, feliz con el dinerito ganado. Mala suerte la de José. Al día siguiente recibió la indignada visita de la vecina, reclamándole porque la bodeguita se había venido abajo. Felizmente, nadie había salido dañado. Pero pudo haber provocado daños graves a las personas. José se preocupó, sólo entonces, de averiguar por qué había sucedido aquello, cuando él estaba seguro de que había trabajado bien, con palos sólidos, sin fallas, clavos de buena medida y todo bien nivelado. Le preguntó a un compadre que era constructor con estudios y fueron con él a terreno, a verificar el desastre. El ojo experto del compadre advirtió rápidamente cuál había sido el problema, y su diagnóstico fue breve y preciso: “¡La viga maestra, compadrito…, la viga maestra…!”
Comentarios:
- ¿Qué es una “viga maestra”? ¿Qué quiso decir el compadre al referirse a la “viga maestra”?
- ¿En que otras circunstancias hace falta un “soporte maestro” que mantenga en pie todo lo hecho?
- ¿Cuáles son los soportes fundamentales —viga maestra, piedra angular, (a veces, también hablamos de una “llave maestra”)— en tu vida?
- ¿Cuál es la actitud de Jesús en lo referente a la construcción de nuestras vidas?
Dios ilumina nuestra vida:
Jesús nos advierte sobre la importancia de construir nuestras vidas sobre sólidas bases y cálculos bien hechos (Mt. 7,21 – Lc. 6,47). Eso es lo prudente. El objetivo de nuestra vida es alcanzar el Reino de los Cielos. En la antigüedad, los babilonios quisieron lograr este objetivo construyendo una alta torre y fueron castigados mediante la completa confusión, justo galardón a su soberbia. Yahvé consensuó con Israel la posesión de la Tierra Prometida —cuyo símbolo fundamental es Jerusalem— a cambio del cumplimiento de la Ley. Israel dio cumplimiento a la Ley sólo superficialmente, quedándose en lo escueto (lo literal) de sus disposiciones sin adentrarse en su espíritu. Jesús lo advierte y nos llama a cumplirla sin hipocresía (Mt 23,1 – Mc 12,38 – Lc 20,45), señalando que Él mismo es un cumplidor fiel de la Ley (Mt 4,10 – Mt 5,17) que es lo que nos da libertad y entendimiento, insistiendo ante sus detractores que no ha venido a destruir la Ley ni las enseñanzas de los Profetas, sino que a cumplirlas íntegramente, y alaba a quienes se convierten al cumplimiento de la Ley de corazón (Lc. 19,1), es decir, metiéndose en el espíritu de la expresa voluntad de Dios. Esta es la forma de dar cumplimiento a la Alianza que nos llevará a la posesión del Reino de los Cielos, ya que no basta con confesar a Cristo como el Señor, sino que hay que consagrar la vida a seguirlo, es decir a cumplir su Palabra, aunque ello signifique renunciar a todo lo que hemos logrado construir materialmente (Mt. 19,16 – Mc. 10,17 – Lc. 10,18). La Ley de Moisés está sabiamente estructurada sobre una viga maestra, sobre una piedra angular, sobre una roca sólida. Apoyar las vigas secundarias de la construcción de nuestra vida en esa viga maestra de la Ley nos asegura el éxito de nuestra empresa: esa viga maestra es darse por entero a la tarea de amar: a nosotros mismos, a nuestro prójimo como a nosotros mismos, a Dios sobre todo lo demás (Mt 22,34 – Mc 12,28 – Lc 10,25), precepto este último que no se cumple si no amamos de corazón a nuestro prójimo; asumiéndolo no sólo tangencialmente, sino íntegramente (Lc 10,29), que es la sustantivación de la invitación que Jesús nos hace a seguirlo (Jn 1,35 – Mt 4,18 – Mc 1,14).
La Ley de Moisés es el código moral escrito que Dios (Yavé) entregó a Moisés (Ex 20,1), y que ya estaba inscrito en el interior del hombre desde su creación, y que conocemos como las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) cuya manifestación está en nuestra conciencia moral y se traduce prácticamente en comportamientos éticos (conducta moral, recta conciencia); tales virtudes no son ajenas a ningún ser humano, pues a ninguno se nos ha negado esa base fundamental para nuestro crecimiento como personas. La adhesión vital a estos principios básicos está recompensada con la otorgación de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son las que el Señor Jesús nos ha obsequiado con su venida, virtudes que son propias de Él y que nos las ha dejado como medios para alcanzar la perfección en el cumplimiento integral de la Ley (voluntad de Dios presente en nuestras obras). Podemos, con justicia, decir o afirmar que la Ley escrita nos fue entregada para suplir nuestra debilidad humana (que, frecuentemente, nos hace recaer en la soberbia de pensar que somos autosuficientes), para recordarnos que no podemos prescindir de Dios en la construcción de nuestras vidas (Sal 127). En esta estructura moral, ética la viga maestra es el Primer Mandamiento, (Mt 22,34 – Mc, 12,28 – Lc 10,25 – 1ªCor,13 – Jn 15,1) sobre el cual se fundamentan, descansan y desarrollan los otros nueve que integran la Ley entregada a Moisés. Tan importante es, que Jesús nos la resume en esta sentencia: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes” que es, en sus propias palabras, la llave maestra con la que podemos abrir el acceso al cumplimiento de todo lo que se nos ha mandado por Dios (Mt 5, 1 – Lc 6,20).
La Ley de Moisés es el código moral escrito que Dios (Yavé) entregó a Moisés (Ex 20,1), y que ya estaba inscrito en el interior del hombre desde su creación, y que conocemos como las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) cuya manifestación está en nuestra conciencia moral y se traduce prácticamente en comportamientos éticos (conducta moral, recta conciencia); tales virtudes no son ajenas a ningún ser humano, pues a ninguno se nos ha negado esa base fundamental para nuestro crecimiento como personas. La adhesión vital a estos principios básicos está recompensada con la otorgación de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son las que el Señor Jesús nos ha obsequiado con su venida, virtudes que son propias de Él y que nos las ha dejado como medios para alcanzar la perfección en el cumplimiento integral de la Ley (voluntad de Dios presente en nuestras obras). Podemos, con justicia, decir o afirmar que la Ley escrita nos fue entregada para suplir nuestra debilidad humana (que, frecuentemente, nos hace recaer en la soberbia de pensar que somos autosuficientes), para recordarnos que no podemos prescindir de Dios en la construcción de nuestras vidas (Sal 127). En esta estructura moral, ética la viga maestra es el Primer Mandamiento, (Mt 22,34 – Mc, 12,28 – Lc 10,25 – 1ªCor,13 – Jn 15,1) sobre el cual se fundamentan, descansan y desarrollan los otros nueve que integran la Ley entregada a Moisés. Tan importante es, que Jesús nos la resume en esta sentencia: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes” que es, en sus propias palabras, la llave maestra con la que podemos abrir el acceso al cumplimiento de todo lo que se nos ha mandado por Dios (Mt 5, 1 – Lc 6,20).
APOYOS BÍBLICOS:
Mt 5,17 - Lc 9,10 — Reafirmación de la Ley
Mt 7,21 - Lc 6,47 - Slm 127 — Construir con Dios
Mt 19,16 - Mc 10,17 - Lc 18,18 — Buscar la perfección
Mt 22,34 - Mc 12,28 - Lc 10,25 - Jn 15,1 - 1.Cor 13 — Mandamiento principal
Mt 23,1 - Mc 12,38 - Lc 20,45 - Ex 20,1 — Fidelidad a la Ley
Mt 5,1 - Lc 6,20 — Conductas perfectas
Mt 4,18 - Mc 1,14 - Jn 1,35 —Seguir a Jesús
Lc 19,1 — Convertirse a la Ley
Viga maestra: La que, tendida sobre pilares o columnas, sirve para sostener las cabezas de otros maderos también horizontales, así como para sustentar cuerpos superiores del edificio.
Piedra angular: La que en los edificios hace esquina, juntando y sosteniendo dos paredes. Base o fundamento principal de algo.
- Nota: Esta unidad tiene como objetivo introducir a los catecúmenos en la reflexión de los Mandamientos, presentándolos como una estructura moral sólida que nos permitirá acometer la tarea de construir (y reconstruir) nuestra existencia en una doble dimensión: nuestra vida terrena y nuestra relación con Dios.
- Importante es llevar la reflexión, el diálogo y las consecuentes conclusiones hacia el fundamento de nuestra existencia, que es responder al AMOR DEL PADRE con nuestro AMOR DE HIJOS, el que ha de manifestarse en las obras: Dios ha creado para nosotros todas las cosas PORQUE NOS AMA; nosotros debemos CORRESPONDER ESE AMOR con la bondad de nuestras obras, y muy especial y fundamentalmente, con NUESTRO MUTUO AMOR FRATERNO, tal como nos ha enseñado Jesús.
- En el desarrollo de las próximas unidades, veremos cómo cada uno de los mandamientos (II al X) se fundamenta en este primer Mandamiento del AMOR por excelencia.
RECURSOS DIDÁCTICOS:
- Una forma amena de introducir el tema, es mediante una dinámica, en la que se entregan a cada participante un set de siete (7) rectángulos de cartulina, del tamaño de las cartas del naipe. Con ellas, se les invita a formar una torre (dos bases en A + una base horizontal sobre ellas + una cúspide en A sobre la bae anterior). Algunos llegarán a lograr la construcción, otros no. En cualquiera de los casos, llevarles a reflexionar sobre lo difícil que es construir y mantener lo construido sin pilares que sustenten adecuadamente los materiales.
- Otra forma es narrarles el cuento de los tres cerditos que construyen, cada uno su casa, empleando materiales inadecuados, que nos los protegen de la acción del mal: unos cuantos soplidos del lobo sobre las casas de los dos cerditos remolones son suficientes para destruir los edificios, dejándolos expuestos al ataque del enemigo. En contraste, el cerdito prudente emplea buenos materiales y logra una construcción sólida que lo protege del mal. La narración puede complementarse con la invitación a dibujar o dramatizar el relato.
Ínfimo diácono Sergio