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LA PALABRA INVITA

LA PALABRA INVITA

viernes, 6 de abril de 2007

Planifiquemos nuestra acción


Nuestro Plan de Catequesis Familiar. Concepto. Definición.
(PROTOCOLO PRELIMINAR)
Propuesta elaborada por Sergio Candia Contreras, diácono permanente,
para la Catequesis Familiar del Colegio Arriarán Barros de Puerto Montt.


PRIMERA PARTE : CONSIDERACIONES GENERALES

Basándonos en lo realizado en torno a la catequesis familiar durante los años anteriores y la reiniciación de actividades en el presente año, se ha considerado necesario sistematizar nuestras tareas en un plan que nos oriente en lo sucesivo en nuestras metas y objetivos.
Pretendemos con este documento ordenar sistemáticamente los aspectos operacionales de la actividad, enmarcada en la Pastoral Arquidiocesana y de la Comunidad Escolar Arriarán Barros. En planificación, el término “operacional” involucra la posibilidad de medir, de evaluar lo que se pretende hacer y los logros de ese quehacer; de modo que este plan deberá permitirnos determinar anticipadamente dónde nos encontramos, a dónde queremos llegar y cuándo, y los medios o recursos que deberemos conjugar para el cumplimiento de nuestro objetivo.

¿Para qué nos servirá?

El primer objetivo de esta planificación será definir o redefinir de manera lo más precisa y objetiva posible el proyecto de catequesis familiar de la Comunidad Escolar:
a. Redefinir la orientación de la catequesis;
b. Obtener el reconocimiento y los apoyos necesarios de los distintos niveles eclesiales y de la Comunidad Escolar involucrados en la Pastoral Familiar;
c. Buscar y formar nuevos agentes pastorales;
d. Formular proyectos y programas de Catequesis Familiar.
e. Conseguir reconocimiento o una franquicia de la iglesia local o extranjera, entre otras opciones (apoyo financiero o técnico).

Esquema para el Plan de Catequesis

I. Introducción

1.1 Orígenes de la catequesis familiar.

“La Catequesis Familiar de Iniciación Eucarística puede ser reconocida como uno de los grandes frutos del proceso de renovación que la Iglesia, por la gracia del Espíritu, comenzó a vivir en la década de los sesenta y que, a nivel mundial, se expresó en el gran acontecimiento del Concilio Vaticano II.
La Catequesis Familiar de Iniciación Eucarística, en estos ya casi 40 años, ha sido el camino a través del cual millones de niños se han preparado para participar plenamente de la Eucaristía; y, a su vez, ha sido también el camino a través del cual cientos de miles de papás y mamás se han reencontrado en su propia vocación matrimonial, donde han redescubierto a Cristo y a la Iglesia, donde ha nacido una auténtica vocación de servicio a la comunidad y a la sociedad. Hemos sido testigos de cómo la Eucaristía es fuente y cumbre de toda la vida cristiana“ (LG 11).
La Catequesis Familiar de Iniciación a la Eucaristía nació en Chile como desarrollo de una experiencia de catequesis en que las mamás preparaban a sus hijos para la primera comunión. Reconociéndose el valor de esta práctica catequética, se vio que ella sería aún mucho más fecunda si lograba involucrar también a los papás, a los jóvenes de la comunidad y a los mismos sacerdotes, religiosos y religiosas de la Parroquia. (…)
La Catequesis Familiar de Iniciación a la Eucaristía –en las expresiones y realizaciones de cada Iglesia particular– no es un camino ya recorrido, terminado, concluido. Por el contrario, creemos que en el contexto de profundos cambios culturales que hoy vivimos, ella también debe renovarse, a fin de seguir siendo un camino de comunión y de esperanza.” (Congreso Internacional de Catequesis Familiar de Iniciación Eucarística. Santiago, abril 2005. Presentación del temario)

1.2 Objetivos y filosofía de la catequesis familiar. Definición de la misión, Visión y Valores (Qué, cómo y para quién).

Las orientaciones pastorales de la Pastoral Arquidiocesana para el año 2007, nos definen las motivaciones a considerar en todo trabajo pastoral: discipulado, comunión y misión. Éstas encuentran su fundamento en el propio evangelio:

a) el deseo y petición al Padre formulado por Jesús de que todos seamos uno, al modo en que el Hijo de Dios y Dios Padre son uno, y que esa unidad se exprese en una vida unida a Dios (Jn 17,21);

b) que esa unión de vida con Dios, se exprese en una prolongación de la misión de Cristo en la tierra, que es hacer a todas las gentes discípulos de Cristo por el bautismo y por la enseñanza y cumplimiento de su palabra (Mt 28,19-20). De este modo, la Iglesia que es la depositaria del misterio de la redención de Cristo, es, por su propia naturaleza divina, una iglesia misionera y todos sus miembros tienen un rol que cumplir en la evangelización del mundo, en una variedad de ministerios pero siempre todos en pos de la única misión profética, sacerdotal y real de Cristo, en la que fuimos ungidos por el Bautismo, confirmados por el Espíritu Santo y reedificados como Cuerpo Místico por la Eucaristía. La conciencia misionera, potencialmente instalada por el Bautismo en cada cristiano, se manifiesta activa por la acción del Espíritu Santo y por la gracia santificante que sobreabunda en la Palabra de Dios, fuente inagotable a la que es posible acceder con mayor eficacia a través de la catequesis, la predicación y la reflexión comunitaria.

c) Por la catequesis, más que por otras instancias, se accede a un conocimiento y profundización de la fe de forma sistemática, en una suerte de disciplina espiritual y mental que nos permite comprender mejor el magisterio de la Palabra y reestructurar la hechura comunitaria en que descansa la Iglesia, adecuándola a las exigencias de los tiempos.

d) Solo así el hombre de hoy podrá vernos como agentes creibles de Jesucristo.
Estos enunciados reperfilan el objetivo pastoral de “hacer de nuestra iglesia la casa y la escuela de la oración, la comunión, la solidaridad y la evangelización misionera”, premisa que sigue teniendo como centro la vida parroquial como medida de que se produce allí el encuentro con Cristo, especialmente en la Eucaristía prorrogada en la vivencia de la caridad fraterna.


II. OBJETIVOS PASTORALES DE LA CATEQUESIS FAMILIAR


En concordancia con estas líneas pastorales, la Catequesis Familiar en el ámbito escolar, deberá:

i. buscar replicar, por así decirlo, el ambiente parroquial de modo que en el proceso de formación escolar quede de modo particular definida como una instancia de compartir en comunidad la vocación de los bautizados de formarse y fortalecerse espiritualmente y de vivir el ministerio de laicos en misión.

ii. transformar el Colegio en agente activo de evangelización de los alumnos, de todo el corpus educativo y de los padres y apoderados.

iii. Propender, más allá de su servicio como catequesis de iniciación sacramental, a actuar como una instancia en la que todos sus miembros puedan hacer realidad el acceso a un catecumenado permanente, destinado a una participación más fructífera en los sacramentos y, muy particularmente, en la sacramentalización de la vida cotidiana (colegio, docencia, familia, barrio, parroquia).

iv. Sustantivar esta sacramentalización de la vida cotidiana (como efecto de la acción de promoción de la solidaridad que se gesta a partir de la catequesis), en una manifestación concreta de actitudes, conductas y comportamientos concordantes con el mandamiento de la caridad fraterna, especialmente en la suplencia de las carencias materiales y afectivas de los miembros de la comunidad escolar.


III. MARCO REFERENCIAL DE LA CATEQUESIS FAMILIAR


1. ANÁLISIS DEL UNIVERSO DE LA CATEQUESIS FAMILIAR EN LA C.E. ARRIARÁN BARROS

1.1 La catequesis familiar tiene como universo de acción la Comunidad Escolar “Arriarán Barros”, integrado, grosso modo, por los estamentos: docente (responsable de la gestión educativa); padres y apoderados (coadyuvante esencial no prescindible de la gestión educativa); educandos (sujeto de la acción educativa).

1.2 Análisis de la competencia. Denominaremos “competencia”, para los fines de nuestro análisis, aquellos factores que interactúan permanentemente dentro del universo de la comunidad escolar y que compiten con los objetivos que persigue la Pastoral Familiar. El componente esencial de la Catequesis Familiar es la formación de nuestros niños en el conocimiento, comprensión y práctica afectiva y comprometida de los valores cristianos a partir de una maduración de la fe. La "competencia" ofrece permanentemente a nuestros niños atractivos diferentes y les induce a asumirlos también comprometidamente, muchas veces en forma de dedicación exclusiva, de modo que, sin negar que son igualmente bienes necesarios para el crecimiento personal, al promover su exclusividad se transforman en antivalores. Estos antivalores están representados por el individualismo y conductas egoístas o egocentristas, propias de la ideología de la globalización que afecta a nuestros tiempos, presentes en la vida afectiva, intelectual, deportiva y cultural, con claros efectos sobre los conceptos y comportamientos éticos y morales de las personas.

1.3 Estrategia de oferta. La entrada en el interés de la comunidad y en el particular de nuestros niños constituye para la Catequesis Familiar un desafío, pues debemos presentar nuestro servicio de modo que sea tanto o más atractivo y competitivo que las ofertas no pastorales. Esto no significa, en caso alguno, desligar de la vida de los niños su interés por participar activa, competente y competitivamente en las ofertas de la vida secular, sino, por el contrario, incorporar a su conocimiento y práctica el dominio de los valores trascendentales de la persona humana, transformándolos en medios y herramientas hábiles para su desarrollo integral, y a través de los cuales se puede acceder a un mayor y más profundo conocimiento de la realidad de Dios, y expresarla en actitudes, comportamientos y compromisos de vida de ayuda mutua y de servicio a los demás. Este objetivo central implicará que la Catequesis Familiar, siendo el sujeto objetivo la formación de nuestros niños, deberá incorporar a su concreción a toda la comunidad escolar del Colegio Arriarán Barros. De modo tal que deberá tener una participación integrada y activa en los distintos niveles de dicha comunidad, intercatuando con ella desde su nivel directivo, docente, paradocente, de servicios y, muy particularmente, en el compuesto por padres y apoderados, todos niveles que constituyen, además, los medios naturales de convivencia permanente. Así entendido, la Catequesis Familiar constituye, más que ninguna otra acción, el agente pastoral por excelencia en que debe traducirse la llamada "Pastoral Familiar" del establecimiento. Este servicio más que de iniciación en el conocimiento de la fe, es un proceso de profundización de ella a través de la reflexión sobre los hechos cotidianos, que nos permita una maduración insustituible para llegar a hacer realidad aquello de que el mejor centro catequístico de formación de la fe es el hogar y los mejores catequistas, los padres (comprensión que extendemos por igual a la escuela, la sala de clases, los espacios de esparcimiento y, desde luego, a los directivos, docentes y auxiliares de todas las áreas).

1.4 Promoción y publicidad. Ésta forma parte de la estrategia de oferta, pero debe ser presentada en concordancia con el objetivo central de la pastoral a fin de no caer en contradicciones. Así como el hogar y los padres son los mejores espacios y agentes de una buena catequesis, los espacios destinados a la catequesis y los propios catequistas deben constituir el mejor atractivo para la captación y mantención del interés de nuestros niños e, igualmente, para los demás estamentos de la comunidad escolar. La facilitación de instancias de encuentros de convivencia y el uso de medios para focalizar el interés en los asuntos o temas propios de la formación espiritual de los individuos, más que la simple invitación a integrarse a las actividades, la estimamos como el medio más eficaz para lograr este objetivo.


2. EL SERVICIO DE LA CATEQUESIS FAMILIAR

2.1 Especificación del servicio.

Comúnmente el servicio ofrecido se identifica como: “Preparación de niños para la Primera Comunión”. Pero, ¿es éste el objetivo central de la catequesis? Si así fuera, el objetivo se cumpliría al recibir el niño su primera hostia consagrada. Pero no es esta "primera comunión" todo y lo único que se persigue con la Catequesis Familiar: Conforme a los objetivos de la pastoral arquidiocesana y de la catequesis en sí misma, la expresión “primera comunión” implica una dimensión muy reducida de lo que es el propósito central de la catequesis, que es llevar al niño a que adquiera un conocimiento y dominio más sustancial de lo que es participar en la Eucaristía, como expresión central del Ministerio de Jesús al que fuimos ya introducidos por el Bautismo y del que somos, como Iglesia, depositarios y, como bautizados, continuadores. La catequesis es así un servicio que, teniendo como sujeto objetivo al niño, lo trasciende para impregnar todos aquellos ambientes en que debe cultivarse y desarrollarse su fe.

2.2 Redefinición del ámbito servido por la catequesis familiar.

El concepto globalizador de la catequesis es, precisamente, su extensión familiar; aquí, el concepto de familia trasciende al meramente parental, de modo que es más bien una catequesis de comunidad o catequesis comunitaria, pues es una acción formadora para integrarse competentemente a la iglesia como componente activo de ella. Si mantenemos el arquetipo conceptual de Catequesis Familiar, es por entender que es una catequesis para la familia de Dios; es decir, para todas las gentes, en todas las épocas y en todas las situaciones de vida.
En sus aspectos básicos, la Catequesis Familiar tiene las siguientes connotaciones:

a. Para los niños, es su iniciación en el conocimiento sistemático de la doctrina que ilumina toda la vida cristiana.

b. Para los padres, es una contribución para el cumplimiento del compromiso bautismal de formar a los hijos en la fe como fuente para la plena vivencia de la relación del hombre con Dios a través del conocimiento de sí mismo en su dimensión de imágenes del Creador, el reconocimiento de los demás como sus hermanos en Cristo y en la santificación de la cultura por la acción del Espíritu.

c. Para el estamento docente es una soporte en la construcción del marco referencial de valores cristianos en el que debe desarrollarse toda su acción educativa.

d. Para la iglesia diocesana es una instancia para crear vínculos de pertenencia a las respectivas CEB de las familias de los niños y prepararlos para una participación activa y comprometida en la gestión pastoral parroquial.

e. Para toda la comunidad escolar y extraescolar, es un espacio para el seguimiento de Cristo en instancias de convivencia, de reflexión y de diálogo que hagan posible un catecumenado permanente que no se agota en la recepción de los sacramentos sino que se encarna en la vida cotidiana y en la acción transformadora del mundo efectuada dentro de la doctrina y moral emanada del Evangelio, por seres humanos –personas– conscientes de su filiación divina y su vocación a la santidad.

f. Para los agentes de catequesis, una oportunidad privilegiada de colaboración estrecha con el ministerio pastoral de la jerarquía y de un crecimiento personal a través de la experiencia directa de la diversidad con que se manifiesta la vivencia de la fe en el mundo actual.

2.3 Recursos, equipos e infraestructura.

La catequesis, para que sea eficaz, debe estar convenientemente respaldada por recursos humanos y materiales pertinentes que permitan fluidez en la entrega, y permanencia y calidad de logros. Estos recursos, si bien no son de alta cuantía, difícilmente pueden sustentarse sólo con las aportaciones pecuniarias voluntarias de los propios sujetos de catequesis, y no son sustituibles por la pura gratuidad del trabajo realizado por los agentes de catequesis. En esta área, es necesario definir a lo menos un proyecto que busque la obtención de ayuda interna (presupuesto de inversión del Colegio) y externa de la iglesia local y/o extranjera que permita a la Catequesis Familiar desarrollar sus actividades en forma competente.

El plan anual de la Catequesis Familiar, deberá contener un presupuesto real o estimación fundamentada de los costos pecuniarios que involucre el desarrollo de la totalidad de sus actividades. Subsidiariamente, corresponderá al sostenedor del Colegio solventar tales costos en aquella parte que no sea posible hacerlo con la generación de recursos de la propia catequesis.


SEGUNDA PARTE : ORGANIZACIÓN Y PLAN DE TRABAJO


1. Aspectos generales de la organización.

La catequesis familiar forma parte de la Pastoral de la CE Arriarán Barros y debe estar permanentemente vinculada a ella. Todas las acciones pastorales implican, de una u otra forma y en distintos grados de exigencia, procesos de formación que constituyen catequesis. Dicho de otra manera, la Pastoral del Colegio se expresa a través de la Catequesis Familiar

2. Marco estructural de la organización. Organigrama: (ver encabezamiento)



3. Definición de funciones y tareas.

La Catequesis Familiar estará integrado por los niveles con las tareas y funciones que a continuación se señalan:

FUNCIÓN COORDINACIÓN GENERAL

Es la función general de dirección de todas los niveles de gestión y reportará directamente a la Dirección del establecimiento. Su funciones y tareas específicas son:
a. Organizar los recursos disponibles para el desarrollo de la catequesis, previa su calificación.
b. Promover la captación de catecúmenos y su permanencia hasta el final del proceso de formación,
c. Facilitar el normal desarrollo de las actividades inherentes al proceso.
d. Resolver, en última instancia, los problemas de gestión y los conflictos de cualquier naturaleza que pudieren presentarse durante el proceso.
e. Representar al equipo ante las distintas instancias internas y externas con atingencia a la catequesis familiar.
f. Desarrollar las actividades de evaluación del proceso.
g. Previa consulta a la Dirección del establecimiento, delegar sus atribuciones y funciones.

Función de Servicios Comunes

a. Recibir y reportar al Coordinador General, las peticiones y/o reclamaciones relativas a la disponibilidad de recursos materiales necesarios para el desarrollo del proceso.
b. Asignar los recursos acordados para el desarrollo de las actividades del proceso.
c. Registrar el detalle pormenorizado de los recursos materiales disponibles y su distribución.

Función Técnica Curricular y Metodológica

a. Proponer planes y programas de la Catequesis Familiar, considerando los objetivos generales de la Pastoral Diocesana y de la Pastoral del Establecimiento, y las necesidades y posibilidades objetivas del universo catecumenal del establecimiento.
b. Proponer los contenidos programáticos y curriculares inherentes al proceso.
c. Proponer y desarrollar programas de formación y calificación de ACN y ACP.
d. Coordinar la gestión catequística para el desarrollo armónico de las actividades lectivas y su orientación a los objetivos de la planificación y programaciones acordadas.
e. Proponer sistemas de evaluación del proceso.

Función Catequística

Integrada dos o más sub-niveles funcionales, atendiendo la naturaleza y objetivos definidos para los grupos catecumenales (v.gr.: SN - Catequesis Eucarística para niños – SM - Catequesis para padres – SN - Catequesis de Confirmación) correspondiéndole a cada uno de ellos:

a. Coordinar el desarrollo de las actividades lectivas de la catequesis familiar con apego a los planes y programas aprobados.
b. Intermediar las relaciones entre ACN, ACP y Catecúmenos y resolver los conflictos emergentes, reportando a los niveles de Gestión Técnica o de Servicios Comunes, según corresponda.
c. Reportar a los niveles Técnico y/o de Servicios los informes de gestión de su nivel.

SN - Gestión de Agentes Pastorales de Catequesis:

a. A los AC de Niños y de Padres les corresponderá la función del desarrollo en aula de los contenidos curriculares de la Catequesis, con referencia a los planes y programas y las formulaciones metodológicas aprobadas.
b. Reportar a los sub-niveles de coordinación de la Gestión Catequística los resultados y problemas obtenidos en sus respectivos grupos de catecúmenos.
c. Participar en las actividades de formación, calificación y evaluación del proceso.


IV. RESUMEN


OBJETIVO GENERAL DE LA CATEQUESIS FAMILIAR


  • Ejecutar operacionalmente a través de la catequesis de niños, padres y apoderados, los objetivos de la Pastoral del Colegio.
  • Incorporar a toda la comunidad escolar a un proceso metodológico de formación y crecimiento espiritual cristiano.


OBJETIVOS ESPECÍFICOS

A. Estructurar corporativamente la unidad de Catequesis Familiar.
B. Proponer un Plan Bienal de Catequesis Familiar para la pastoral del establecimiento.
C. Proponer un Proyecto de Financiamiento de las Actividades de la Catequesis Familiar.
D. Definir y desarrollar un programa de Catequesis de Formación Eucarística para niños (alumnos del establecimiento) y sus Padres y Apoderados, que considere a lo menos los siguientes aspectos:
  1. Finalización del proceso de catequesis de Primeras Comuniones iniciado el año anterior (2006).
  2. Iniciación de un nuevo proceso de catequesis de Primeras Comuniones, correspondiente al bienio 2007-2008.
  3. Formación y calificación de los Agentes Pastorales de Catequesis de Primeras Comuniones.
E. Elaborar un Plan y Programas de Seguimiento Catecumenal para la Comunidad Escolar, que considere los siguientes aspectos:
  1. Elaborar un catastro para el diagnóstico de las necesidades de formación cristiana en los estamentos:
  • Alumnado
  • Padres y Apoderados
  • Académico – Para-académico – Administrativo y Servicios (incluido el servicio pastoral)
  • Elaboración y desarrollo de un programa anual de “regularización” sacramental, destinado a la administración de los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía y de matrimonio de acuerdo a los resultados del catastro.
  • Elaboración y desarrollo de un programa anual de formación religiosa permanente para todos los estamentos de la comunidad escolar.
F. Evaluación del proceso

CRONOGRAMA MENSUAL DE ACTIVIDADES (GHANT)

Obj Específicos
III
IV

V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
A
B
C
D
D.a
D.b
D.c
E
E.a
E.b
E.c
F




Puerto Montt, abril 2007

RESPÓNDAME, POR FAVOR...! Respuestas a una niña

1) ¿Qué valores le entrega su carrera (diaconado)?
  • Antes de nada, debes tener en cuenta que esta profesión no es como las otras profesiones. Es de ejercicio libre y voluntario, pero hay una dependencia de un Patrón que está permanentemente observando qué hacemos y cómo lo hacemos. No es remunerado con un salario, pero se obtienen a cambio muchas compensaciones espirituales que, a la larga, redundan en la calidad de los beneficios materiales (recibidos como "sobre sueldos", je-je!). De esta condición laboral, se disfrutan los siguientes valores (entre otros):
  • espíritu de servicio: que es muy propio del diácono (que, en griego, significa "el que sirve")
  • espíritu de pobreza: pues el servicio del diácono debe ser gratuito para quienes lo reciben
  • espíritu de solidaridad: es un servicio que supone hacer míos las necesidades y carencias de los demás
  • espíritu de fraternidad: pues en el conocimiento del otro uno descubre cuán semejante es a uno mismo y cómo son de comunes los destinos y las angustias que surgen en el camino
  • espíritu de superación y de crecimiento: pues siempre debemos estar dispuestos a mejorar nuestra capacidad de servicio para así cumplir de la mejor forma posible nuestro trabajo
  • espíritu de paciencia y de constancia: pues casi nunca los resultados de nuestro servicio se producen de inmediato
  • espíritu de desprendimiento y de abnegación: pues siempre deberemos estar dispuestos a renunciar a bienes o derechos personales si ellos dificultan nuestra labor de servir a quien lo necesita.
En fin, todo esto potencia un gran y central valor: amarse a uno mismo y amar a los demás de una forma similar.

2) ¿Ha tenido alguna desilusión con respecto a su carrera?
  • Sí; pues como soy simplemente un hombre, casi siempre espero resultados espectaculares de mi trabajo. Y como no hay tales resultados espectaculares, a menudo caigo en la decepción.
3) ¿Cómo ha sido el trayecto de su carrera?
  • Digo que esencialmente azaroso, pues ha estado jalonado de alegrías y tristezas; de auxilios inesperados y de largos períodos de soledad e incertidumbre.
4) ¿Cuál ha sido su mayor decisión? ¿Le tomó mucho tiempo esta decisión?

La mayor decisión que he tomado —pues cambió mi vida para siempre— fue la de aceptar el llamado o invitación a ser un diácono. Esta invitación llegó repentinamente, inesperadamente; y la decisión de aceptarla fue igualmente rápida: según algunos, actué precipitadamente. Con el tiempo, uno entiende que un llamado o invitación de esta especie no es para ser meditado y darle vueltas y vueltas: se toma o se deja. Y cualquiera que sea la decisión, ésta es para siempre.

5) ¿Por qué decidió ser diácono?
  • Hoy pienso que fue por simple vanagloria, por sentirme más capaz que otros para cambiar tanta cosa mala que creía existía en el mundo. Presumía que, de acuerdo con aquello que se dice de que "en el país de los ciegos el tuerto es rey", ser diácono era como un traje a mi medida y merecimiento. Pero, desde los primeros pasos, entendí que talvez Dios llama al diaconado no a quienes tienen más para dar sino a quienes tenemos mucho que recibir.
6) ¿Qué sintió cuando le dijeron que era diácono?
  • ¡Ah! Como en aquella época era todavía muy lolo, traducido al lenguaje de los lolos de hoy, ganas de gritar: "¡Toma, cachito de goma!". De puro vanidoso, no más. ¿Te imaginai lo que es ser el primero en recibir un título profesional de estas características? Como dirían ahora, me sentí "la raja" ; pero pronto aprendí que no era para sentirse así, pues ya en las primeras tareas ministeriales tuve que reconocer que era caleta de indigno. Y aún sigo siéndolo: "siervo inútil… capaz de hacer nada más que lo que tengo que hacer". Nada extraordinario. Más bien, corrientoncito.
7) ¿Qué antivalores ha notado en su carrera?
  • ¡Puf! Creo que, como a San Juan, me faltaría espacio para enumerarlos. Tanto en lo personal, como en la iglesia misma y, desde luego, en el mundo circundante: egoísmo, personalismo, envidia, rencor, animosidad, incomprensión, afán de notoriedad, de poder, ambiciones materiales… Mejor no sigamos, ¿ya?
8) ¿Qué lo incentivó a ser diácono?
  • Tuve modelos de buenos servidores muy próximos: mi familia, en la que descollaron mis padres, siempre atentos a las necesidades de los demás y dispuestos a extender sus manos auxiliadoras. También los amigos que tuve (Sigisfredo, Juan Alberto, Luchín, la Chila, Alicia, Berenice, ¡la señorita Ita —quien me enseñó a leer y a escribir cuando tenía yo sólo cuatro añitos— y su hermana la Esperancita!, mis profesores doña Berta, doña Alicia (de quien estaba yo enamorado ya a mis 7 años), don Pedro (marxista y ateo, pero ¡qué buen cristiano, sin saberlo él!), el señor Barbieris (mi paternal profesor de francés, siempre alternando su cátedra con la transmisión de valores), don Ítalo (mi profesor de Física y Matemática, amistoso y jovial dentro de su italiana estructura de gigante), la Estercita (¡ah, que linda era, mi profesora de Castellano y Literatura, qué suerte tuve de pololear con ella en mi último año de estudiante de educación media en el Liceo Nocturno); el Padre Alfredo, el cura Bernardino, el padre Gonzalo, los padres Juan y Nelson…, el arzobispo don Alberto Rencoret, ¡y especialmente el padre Benedicto, tan querido y recordado!, las monjitas franciscanas —la Panchita, la Atiliana, la Jesuina, la Rosa María y la María Rosa—. Más cercanamente, mi esposa y su querida familia gracias a ella, doña Pepita, y mis cuatro hijos pequeñitos en esa época pero igual de buenos enseñadores… En, fin, la lista es larga, larguísima, caleta de modelos, como puedes ver: ¿qué podía hacer sino contagiarme de su espíritu de servicio sin medida?
9) Una pequeña autobiografía de usted como diácono y persona.
  • Nací en San Miguel (Santiago) el día de difuntos de 1941; mi padre, Ángel Custodio, obrero agrícola en aquella época, emigrante en busca de mejores horizontes laborales en la gran ciudad, ya era padre de mis dos hermanas mayores —Elsa e Hilia— nacidas del matrimonio con mi madre, Rosalba a la que había conocido en la ciudad de Los Ángeles cuando ella era nana en la casa de sus patrones. A mi madre no la conocí, pues murió a los pocos días de haber yo nacido (pero no por mi culpa, ¿eh?). A cambio de ella, tuve a la mamá Yuda, segunda esposa de mi padre, con la que el viejo se casó cuando yo no tenía aún un año: imagino que de ese matrimonio sí fui yo en gran medida responsable (mi papá no sabía cómo cambiarme los pañales). Tuve siete hermanos más: cuatro fueron mujeres, una ya fallecida. Estudié en Santiago, en la Escuela República de Colombia, y la educación media (Humanística en esos tiempos) en los Liceos Diego Portales, de Hombres Nº 6, y finalicé mis estudios en el Instituto-Liceo Nocturno de San Miguel mientras trabajaba como empleado de ventas en la misma curtiembre en que mi padre era obrero especializado. Careciendo de recursos económicos para seguir estudios universitarios, obtuve un empleo como auxiliar administrativo en la tesorería provincial de Llanquihue, en Puerto Montt, en 1960, el año del terremoto. Aquí conocí a mi esposa, doña Pepita, cuando ambos colaborábamos en la Juventud Estudiantil Católica (JEC). Nos casamos en 1963. Tenemos cuatro hijos, de cuyos matrimonios hemos recibido 11 nietos más otro que viene en camino. Después de varios intentos de terminar carreras universitarias (obstetricia, ingeniería en alimentos marinos, administración) logré, ya harto viejito, mi título de Profesor de Estado en la universidad de Playa Ancha (UPLA). Durante la realización del Concilio Vaticano II, fui invitado por el arzobispo don Alberto Rencoret a integrar como secretario la Comisión del Primer Sínodo Arquidiocesano, junto al Padre Piccardo, sor Atiliana y sor Francisca (la Panchita), franciscanas, y don Alfredo Espinosa, que era Redactor de El Llanquihue. En 1970 fui llamado por el arzobispo Rencoret para el diaconado permanente, restablecido por el Concilio. Fui ordenado el 24 de mayo de 1970 por el mismo arzobispo Rencoret junto al Padre Piccardo, en la Parroquia San Alberto de Crucero, siendo párroco Juanito Espinoza. Como diácono me ha correspondido prestar servicios en distintas parroquias y comunidades. El servicio más prolongado (25 años) ha sido en la Casa San José, junto al fallecido Padre Benedicto Piccardo. Allí sigo aún, con la gracia de Dios y la paciencia (santa paciencia) de las monjitas del San José, y colaborando en la catequesis familiar del Colegio Arriarán Barros.